DOCENTE: ROBER TOBON AGUDELO
TALLER DE COMPRENSIÓN DE LECTURA
“LA MATA” Tomás Carrasquilla.
Vivía sola, completamente sola, en un cuarto
estrecho y sombrío de cabo de barrio. Sus nexos sociales no pasaban de la
compra, no siempre cotidiana, de pan y combustible, en algún ventorrillo
cercano; del trato con su escasa clientela, y de sus entrevistas con el
terrible dueño del tugurio. Este hombre implacable la amenazaba con arrojarla a
la calle, cada vez que le faltase un ochavo siquiera del semanal arrendamiento.
Y, como pocas veces completaba la suma, vivía pendiente de la amenaza.
Después de ensayar con varios
oficios, vino a parar en planchadora de parroquianos pobres; que para ricos no
alcanzaban sus habilidades. Faltábale trabajo con frecuencia, y entonces eran
los ayunos al traspaso. El hambre, con todo, no pudo lanzarla a la mendicidad.
Era uno de esos seres a quienes la
rueda de la vida va empujando al rodadero, sin alcanzar a despeñarlos. Más que
vieja, estaba maltrecha, averiada por la miseria y las borrascas juveniles. De
aquella hermosura soberana, que vio a sus plantas tantos adoradores, no le
quedaba ni un celaje. De sus haberes y preseas de los tiempos prósperos, sólo
guardaba el recuerdo doloroso. De aquel naufragio no había salvado más que el
cargamento de los desengaños.
Su historia, la de tantas infelices:
de cualquier suburbio vino, desde niña, a servir a la ciudad; pronto se abrió
al sol de la mañana aquella rosa incomparable, y... lo de siempre. ¡Pobre flor!
Dos hijos tuvo y fueron su tormento.
El varón huyó de ella y se fué lejos, no bien se sintió hombrecito. Su hija, un
ángel del cielo, la recogió el padre, a los primeros balbuceos, donde nunca
supiese de su madre.
Ni un amigo ni una compañera le
quedaban en su ocaso, a ella que los tuvo sin cuento en su cenit; ni una
palabra de conmiseración a ella que oyera tantas lisonjas. Y, las pocas veces
que imploró un socorro, de algún bolsillo en otros tiempos suyo, no obtuvo ni
siquiera una respuesta. El desprecio de los unos, el desconocimiento de los
otros, caían sobre ella como la piedra mosaica sobre la hebrea infiel. La pobre
mariposa, ya ciega, sin esmaltes ni tornasoles, se recogió, en su espanto, para
morir entre el polvo abrigado de la gruta.
En su anonadamiento no pensaba en el
cielo ni en la tierra; no pensaba en nada que pudiera redimirla. ¡Qué iba a
pensar la infeliz! Sólo sentía el hambre de la bestia que ya no puede buscarse
el alimento; sólo el frío del ave enferma que no encuentra el nido.
El hambre material... ¡muy horrible,
muy espantosa! Pero esta otra del corazón; esta necesidad de un ser a quién
amar, con quién compartir la negra existencia; esta soledad de la vejez, no
podía, no era capaz de arrostrarla.
Consiguió un gato, un gato muy hermoso.
Pero los gatos, lo mismo que el amigo, huyen de las casas donde el hogar no
arde. Dos veces tuvo loro, y uno y otro murieron de inanición. Su desgracia les
alcanza hasta a los pobres animales. Si ella consiguiera una compañera que no
comiese... pero, ¿cuándo?
Un día, al pasar por la calleja un
carro con enseres de una familia en mudanza, cayó junto a su puerta un tiesto
con una planta. Como se hiciera trizas, lo dejaron allí abandonado. Tomó ella
la raíz, sembróla en un cacharro desfondado y lo puso en un rincón, junto a la
entrada.
Antes de un año era una planta que
llamaba la atención de los transeúntes. Regarla, quitarle las hojas secas,
ponerle abono, era su dicha; una dicha muy grande y muy extraña. Tan extraña,
que simpre recordaba a su hijita, las pocas veces que pudo peinarla y
componerla. Le propusieron comprársela a muy buen precio. ¿Vender ella su mata?
¡Si le parecía que era persona como ella; que era algo suyo; que la acompañaba;
que sabía lo que pensaba! su cuchitril no se le hacía ya tan triste ni tan feo.
Y la pobre, autosugestionada por esta idea, ya ponía algún esmero en el aseo y
arreglo del cuartucho.
La planta iba creciendo a la sombra,
como si Dios la bendijese. Y Dios la bendecía, porque consolaba a un alma
triste. Un día llegó un brazo hasta el dintel, otro levantó un renuevo, otro se
curvó en arco. Su dueña entonces, clavó dos varas, amarró el tallo, y la
guirnalda de brillante follaje y de campánulas purpúreas se fue extendiendo,
pomposa y exuberante, hasta formar un dombo. Las gentes se paraban a contemplar
tanta gentileza y galanura. La pobre mujer, menos cohibida, mandaba entrar a
los curiosos para que viesen todo aquello. Hasta una señora muy lujosa entró un
día.
Su mata la iba volviendo al trato con
las gentes; le iba dando nombre. Ya no se sentía tan despreciada ni tan
abatida. Como ya podían verla los extraños, no era tan descuidada en su
vestido, y sacudía las paredes y aderezaba sus pobres trebejos con el primor
que en la miseria quepa. Día por día iba aumentando el aseo. Tanta limpieza le
atrajo más clientela y se hizo célebre en el barrio. El cuarto de María
Engracia se citaba como una tacita de plata.
Una mañana entraron dos señoras a
contemplar la mata. Admiradas del aspecto de aquella vivienda mísera, que la
pulcritud hacía agradable, se deshicieron en elogios. Esa noche hizo lo que no
hiciera desde sus tiempos de servicio: rezó a la Virgen el rosario entero. Otro
día sacó de un baúl, donde se apolillaba en el olvido, un cuadrito de la Dolorosa.
Colgólo sobre su cabecera y le puso un ramo, el primero que cogía de la mata.
Un domingo fue a misa de alba.
Aquel espíritu, que parecía muerto,
resucitaba. Tal lo entendía ella. Todo era un milagro, un milagro que le hacía
nuestro Padre Jesús de Monserrate, por medio de la mata. Sí: Él era. Recordó,
entonces, que un domingo, en sus tiempos tormentosos, al bajar del cerro con
otras compañeras, le había dejado una tarjeta, en la última estación. Recordaba
todo, punto por punto; su amiga Ana, que era muy instruida y muy tremenda, tomo
un lápiz y puso al pie del nombre de este modo: "Acuérdate de mí, que soy
una triste pecadora". Y todo esto, que tenía olvidado por completo, ¿por
qué lo recordaba ahora, como si lo estuviese presenciando? Pues, por milagro...
Al sábado siguiente se postraba ante
un confesor. No fué poco el pasmo de los vecinos cuando la vieron arrodillada
en el comulgatorio para recibir la Santa Forma. De ahí adelante llevó vida
piadosa interior y exteriormente. La mata, más lozana y florida cada día, llegó
a ser para ella un ser sobrenatural, enviado por Jesús de Monserrate para su
enmienda y tutela.
Entre tanto se iba sintiendo muy
enferma y quebrantada. Le daban palpitaciones con frecuencia; con frecuencia se
le iba el mundo, y más de un vértigo la desvaneció en la iglesia. Presentía su
fin muy próximo pero sin pena: antes bien con una dulce serenidad. ¡Si ella
pudiera trasplantar su mata sobre su sepultura!
Un día llegó furioso el dueño del
cuartucho. Sólo a una malvada como ella se le ocurría poner ese matorral, para
tumbar el cuarto con la humedad. Si no sacaba al punto aquella ociosidad la
echaba a la calle con todo y sus corotos.
Ella se pone a llorar, sin que piense
ni en tocar la mata. Por la tarde torna el hombre y arremete a bastonazos
contra cacharro, flores y follaje. Tira todo a la calle y hace sacar los
muebles enseguida. María Engracia se desploma, presa de un síncope. De allí la
llevan para el hospital. En sus delirios ve su mata frente a su cama, como el
arco de triunfo para entrar al paraíso. Y al amanecer de un domingo, cae para siempre
en la red infinita de la Misericordia.
ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN DE LECTURA
GRADO ONCE 1 Y 2
Después de realizar la lectura “La
Mata” de Tomás Carrasquilla, trabaja
sobre las siguientes cuestiones:
1. Como plantea Carrasquilla su personaje?
2. ¿Qué
características nos muestra para evidenciar estas características?
3. Crees que el
lenguaje que plantea Carrasquilla es Romántico ¿Por qué?
4. ¿Qué significado
tiene la Mata tanto para el autor del texto como para su personaje?
5. Elabora un Epilogo
al cuento, trata de escribir en términos reflexivos acerca del tema que aborda
y desarrolla.
6. Los signos de
puntuación hacen parte determinante del texto, además de los términos de unión.
Explica cada una de las expresiones que se hallan a continuación:
a. ¡Si ella pudiera trasplantar su mata sobre su
sepultura!
b. "Acuérdate de
mí, que soy una triste pecadora". Y todo esto, que tenía olvidado por
completo, ¿por qué lo recordaba ahora, como si lo estuviese presenciando? Pues,
por milagro...
c. ¿Vender ella su
mata? ¡Si le parecía que era persona como ella; que era algo suyo; que la
acompañaba; que sabía lo que pensaba!
d. Si ella consiguiera
una compañera que no comiese... pero, ¿cuándo?
e. ¡Qué iba a pensar
la infeliz! Sólo sentía el hambre…
f. pronto se abrió al
sol de la mañana aquella rosa incomparable, y... lo de siempre. ¡Pobre flor!
7. Realiza una argumentación
a modo de reflexión sobre el texto: obvia palabras como: que… el texto…. Esto nos
muestra… esto nos enseña.
8. Completar a modo de
anáfora el párrafo 16 “Todo era un milagro” su estructura debe constar de 10
versos libres.
9. Encuentra las
figuras literarias:
a. Del párrafo 3.
b. De aquel naufragio
no había salvado más que el cargamento de los desengaños.
c. pronto se abrió al
sol ardiente de la mañana aquella rosa incomparable.
d. El desprecio de los
unos, el desconocimiento de los otros, caían sobre ella como la piedra mosaica
sobre la hebrea infiel.
e. Cae para siempre en
la red infinita de la Misericordia.
f. Con quién compartir
la negra existencia; esta soledad de la vejez, no podía, no era capaz de
arrostrarla.
g. Aquella vivienda
mísera, que la pulcritud hacía agradable.
h. Escribe 3 hipérboles
que se hallen dentro del texto.
10. Completa los
sinónimos y antónimos para las siguientes palabras.
Celaje – borrasca – preseas – balbuceos – maltrecha – cenit – lisonjas –
inanición – transeúntes - cuchitril –
pomposo – exuberancia – dombo – lozano – ociosidad – síncope.
11. Qué tipo de
narrador se halla en el texto y justifica porqué.
12.
¿Porque el texto hace parte de la literatura del Romanticismo Colombiano?
Justifica tu respuesta con elementos del texto.